Gatsby, cuando el espectáculo se sale del plato

La entrada, casi clandestina y el espectaculo, impactante a la vista. Aquí hay movimiento, ritmo dentro y fuera del plato, un espacio redondo, estratégicamente diseñado, con camareros impecables dispuestos a hacerte viajar a los años 20 entre cócteles y aperitivos que dejan atrás la Ley Seca.Y eso no es nada para lo que queda por ver.

Estamos en Gatsby y va a costar que nos saquen... ¡Sin probarlo!

Es cruzar la puerta del Gatsby e intuir que van a pasar muchas cosas y que vas a querer más... Más de sus entrantes, de sus recetas, del entorno y la música en directo, de las vistas, de esa decoración que te envuelve y te transporta a algún night club del otro lado del océano. Vas a querer seguir atenta al coordinado equipo de sala, perfectamente sincronizado para que la armonia no sea solo cosa del cuerpo de baile. Aquí no hay nada a la improvisación: cuentan los detalles, el servicio Top y una carta que te hace presagiar que la música no solo va a sonar con las coreografías...

Gastronomía mediterránea muy top

Con este escenario llegan los platos: variados, con sabor, fieles a una cocina mediterránea que no pierde de vista su guiño internacional. La gastronomía del Gatsby nace para cautivar y sus clientes lo saben y lo piden.

Empiezan con el foie mi-cuit, no puede faltar la burrata versionada a tres colores o la versión más artística del tartar de atun y aguacate pero si hay algo imprescindible que hay que probar son las delicias de croquetas... Para repetir. Y para los que amen las cenas ligeras y sabrosas, no hay que salir de Gatsby sin probar su salmón sobre una cama de verduras asadas y si eres de los que no perdonan disfrutar de una buena carne, sin duda el cordero. La oferta gastro sigue y sigue, arroz meloso con calamares y alcachofas o el imprescindible lomo de wagyu.